¿Qué hacer cuando nada ni nadie parece ser una buena opción? ¿cuando no hay ganas de llorar, no hay ganas de sonreír? ¿cuando ni siquiera elegir apetece? ¿cuando incluso, puede ser peligroso?
Bellanie estaba tumbada en la cama, con los ojos abiertos, mirando el techo. Se sentía vacía, se sentía rendida, pero ni siquiera aturdida. Era un estado en blanco. Quizás era el limbo de las emociones. Ella, sola, en su habitación, creando nuevos parámetros espirituales. Sola, como quizás se quedaría para siempre, como quizás fuera lo mejor para el resto de personas de este mundo.
Había hecho daño a otros y se había hecho daño a si misma. Era un desperdicio. Pero... ¿de qué servía auto lamentarse? Bah.. no había ganas ni de ponerse a pensar.
Churt había salido con las uñas clavadas en las palmas de las manos de tanta rabia contenida, ella tenía los ojos rojos del diluvio que había sido y los dientes marcados en los labios inferiores, y aquel camarero tan bien dotado, había sido despedido de la actuación dando un beso a Bella en la frente antes de salir por la puerta, con la camisa aún desabrochada y los zapatos en las manos.
Menudo desastre de tía... ¡pero quería ser feliz, joder! ¡de veras que sí! Quizá fuese el único deseo que albergaba, pero era increíblemente fuerte e increíblemente bello.
Sabía que con Churt jamás sería feliz, estaba comprobado, y con solo pensarlo ya estaba desperdiciando su tiempo. Tenía que volver a ver a aquel camarero... tenía que saber su nombre y besarle hasta que se le llenara el corazón de amor, tenía que ser feliz al fin.
Se puso el vestido de lunares marrones escotadísimo, se anudó el pelo en una larga trenza, se polvoreó las mejillas, se pintó los labios, se perfumó y sonrió, se sonrió a sí misma, y comenzó a respirar de nuevo...