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sábado, 26 de junio de 2010

Os quiero nenes. Cuidaos mucho.




Desde que abrimos la primera puerta, hasta que cerramos la última, cambiamos, modificamos, absorbemos y aprendemos.

La primera vez que abrimos aquí una puerta, nos encontramos algo parecido a lo que habíamos cerrado atrás, y creo que jamás me pude llegar a imaginar todo lo que viviría hasta cerrar la próxima.
Pero hoy estamos aquí y hemos podido surcar todos los pasillos, hemos compartido seis horas diarias, cinco días semanales durante cuatro años, compañeros míos. Y estoy orgullosa, de cada uno de vosotros. Me habéis dado un cachito de mí que no conocía y espero haber hecho lo mismo, pues en eso se basa la adolescencia; en probar, e ir llenando el puzle de nosotros mismos, tratando de conocernos un poquito más.


No hemos estado solos, gracias a Dios. Hemos tenido junto a nosotros no solo profesores, sino también educadores. Hemos tenido personas que han llenado nuestras cantimploras de ética y de valores, cosas que no se aprenden en un libro, asignaturas que siempre estarán para septiembre, pues el día a día los constituye. Vosotros, educadores, habéis vertido en nosotros vuestro tiempo y esfuerzo, no solo por el sueldo como muchos piensan; hoy mostráis sonrisas por el trabajo bien hecho –porque somos un trabajo bien hecho-, por haber llegado a esta puerta sin que nos quedásemos atrás. Y os tenemos que dar las gracias: una por cada mañana de buenos días sonrientes, una por cada recuperación, una por cada apoyo, por cada consejo otra, por cada empujón, aliento, agua… Y es que, hoy día, sin vosotros, no seríamos nada. Seríamos tierra, polvo, humo, sombra, nada.

Este colegio da mucho más de lo que aparenta. Hay muchos edificios por el mundo, pero solo una Salle-La Estrella. Aquí, ajenos al exterior transcurren los días, y con ellos el cariño. Ya lo sentimos, pero aquí no se viene solo a estudiar. Aquí desde el más alto hasta el más bajo, se dan cariño mutuo, aquí se respeta, aquí se apoya y se aconseja. Y poco a poco, la familia se va haciendo más grande y nos damos cuenta de eso cuando vienen antiguos alumnos a recoger sus orlas. Por aquí pasamos todos, dejamos nuestra firma en la mesa y nos llevamos con nosotros esos ricitos de madera en el bolsillo para recordar siempre que hemos pertenecido a esto, que cerramos la puerta, pero guardamos la llave.

Que nos vamos, pero os llevamos con nosotros.






Un saludo a mi tutor, que sé que sigue mi blog.

Gracias por todo Alberto, sin vosotros, nada hubiese sido lo mismo.

sábado, 19 de junio de 2010

Vodka hasta en las bragas.





Madrid amanecía cuando salió Erica de la ducha.
Sacó una pierna delicadamente dejando que chorrease el agua por ella y empapase el suelo.

Se puso el sujetador de la noche anterior.
Y una sonrisa apareció en su cara cuando sintió el olor a tabaco.

Se puso las bragas de la noche anterior.
Y una sonrisa apareció en su cara cuando sintió el olor a vodka.

Se le escapó un susurro inaudible: Vodka hasta en las bragas... y volvió a sonreír.


Se desvistió y fue a buscar ropa limpia.

sábado, 12 de junio de 2010

La culpa de la moqueta salmón.



Las paredes ocres de la habitación, la moqueta salmón, las sábanas de un blanco roto, su camisón de seda lila rozando su piel como una fina capa de champán que abría sus poros. Tocó suavemente la tela. Cogió aire. Un escalofrío surcó su nuca. Su mano se fue deslizando poco a poco por sus pechos, se deslizó por el centro de su tripa. Anchó el camino, y marcó las curvas de su cadera, y volviendo a encauzarse, llegó al destino.
Entonces se abrió la puerta. Churt y una bandeja a rebosar de comida rica en grasas aparecieron por el umbral .
Estaba su roso al aire, estaban sus piernas al aire. Estaba desnudo.

-¡¿Churt?!- apartó la mano de su entrepierna en un rápido movimiento. Llevó el borde del edredón hasta tu barbilla -¡¿Qué haces tú aquí?! ¡Y desnudo!

-Bellanie... conozco bien tu cuerpo, no te tapes tanto, anda- se acercó hasta la cama, se sentó en el borde, dejando la bandeja al otro lado de Bella y la destapó.
Comenzó a palpar sus muslos y fue subiendo hasta colocar la mano donde había estado la de Bella, mientras se acercaba hacia sus labios resacosos de carmín.

-¡NO ME TOQUES!- Se levantó de un salto de la cama, tirando la bandeja y cogiendo su bata -¡LÁRGATE DE MI CASA Y NO VUELVAS A APARECER POR AQUÍ!

-¡Pero Bellanie! ¿No recuerdas lo que pasó anoche?- Churt se levantó de la cama y fue acercándose a ella con claras intenciones de lanzarse a la yugular.

-¡No! Y tampoco quiero recordarlo- dándose cuenta de la proximidad de ambos cuerpos -¿Y quieres taparte, por el amor de Dios?

Pero Churt completó su objetivo. Se dispararon las sensaciones de Bella, sus poros se abrieron para dejar paso al aliento que el hombre que había amanecido desnudo en su habitación, dejaba caer como niebla sobre su piel. Bajaron las manos de Churt, levantó su camisón y rozó las suaves nalgas de Bella, faltas de bragas. Bellanie introdujo sus dedos en el pelo rizado de el hombre al que más odiaba y amaba a su vez, el mismo que estaba comenzando a hacer vibrar su mano...

Y Bella se olvidó de todo el dolor que Churt podía causarle. Por un momento.

domingo, 6 de junio de 2010

Rocío y sus mil maravillas.





Era igual que una niña con carácter.

Tenía un pelo precioso. Caían a sus hombros, desnudos tirabuzones de chocolate que se mezclaban con hilos de oro cuando el verano se acercaba.

Bajando, encontrába sus ojos claros como agua de mar tras la marejada.
Los ojos de Rocío te relajaban cuando necesitabas, aunque a veces, esos cachitos de mar se desbordaban y se convertían en nubes furiosas que traían tormentas con gotas de la mar salada.

Cuando se ruborizaba, aparecían pequitas sonrojadas en su naricita y pómulos de niña pequeña. Colmaban la redondez y dulzura de su naricita.

Más abajo, ya casi en el acantilado de su garganta, se abría una de las sonrisas más bonitas que jamás he llegado a ver. Tenía unas paletas redondeadas y todos los dientes de un blanco cual Colgate.
Sus labios... sus labios eran perfectos. El superior y el inferior estaban conpensados en forma y tamaño. Cuando se maquillaba, les solía dar algo de brillo transparente -ella siempre fue discreta- que les hacía resultar jugosos.
Pero a mí, me encantaba cuando se reía. A veces se le cortaba la repsiración, pero otras, hacía un ruido al coger aire que siempre incitaba a mis carcajadas. Se le coloreaban los mofletes y una mirada de caramelo colmaba su cuerpo.


Y a pesar de todo, esto no es lo más bello que tenía Rocío. Ela escondí lo mejor para el final, dejaba que te sorprendieses más, cuando la conocías. Suf roma de ser... poca gente la tiene; era la chica más amable, más dulce y men suave del mundo y sin embargo, guardaba firmeza, carácter y fuerza en su interior. Estoy segura de que si no la hubiese tenido, hoy no estaría golpeando teclas y diciendo lo muncho que me gustaban los detalles de Rocío: su gusto los estampados de flores, me hacía reír cuando se enfadaba y cuando me veía mal, no paraba hasta consolarme.

Y alguna vez, ví en ella una mirada felina.
Una sensualidad que debía de esconder en algún bolsillo escondido y que, en contadas ocasiones, dejaba escapar. Sus ojos claros brillaban con la oscuridad de la noche, el manto marrón chocolate se ondulaba en torno a una sonrisa pícara que no dejaba ver toda su dentadura, y entonces... yo ya no la conocía.




Y por todo esto, y mucho más, a pesar del tiempo y de la distancia que nos separa a veces: le quiero.