Desde que abrimos la primera puerta, hasta que cerramos la última, cambiamos, modificamos, absorbemos y aprendemos.
La primera vez que abrimos aquí una puerta, nos encontramos algo parecido a lo que habíamos cerrado atrás, y creo que jamás me pude llegar a imaginar todo lo que viviría hasta cerrar la próxima.
Pero hoy estamos aquí y hemos podido surcar todos los pasillos, hemos compartido seis horas diarias, cinco días semanales durante cuatro años, compañeros míos. Y estoy orgullosa, de cada uno de vosotros. Me habéis dado un cachito de mí que no conocía y espero haber hecho lo mismo, pues en eso se basa la adolescencia; en probar, e ir llenando el puzle de nosotros mismos, tratando de conocernos un poquito más.
No hemos estado solos, gracias a Dios. Hemos tenido junto a nosotros no solo profesores, sino también educadores. Hemos tenido personas que han llenado nuestras cantimploras de ética y de valores, cosas que no se aprenden en un libro, asignaturas que siempre estarán para septiembre, pues el día a día los constituye. Vosotros, educadores, habéis vertido en nosotros vuestro tiempo y esfuerzo, no solo por el sueldo como muchos piensan; hoy mostráis sonrisas por el trabajo bien hecho –porque somos un trabajo bien hecho-, por haber llegado a esta puerta sin que nos quedásemos atrás. Y os tenemos que dar las gracias: una por cada mañana de buenos días sonrientes, una por cada recuperación, una por cada apoyo, por cada consejo otra, por cada empujón, aliento, agua… Y es que, hoy día, sin vosotros, no seríamos nada. Seríamos tierra, polvo, humo, sombra, nada.
Este colegio da mucho más de lo que aparenta. Hay muchos edificios por el mundo, pero solo una Salle-La Estrella. Aquí, ajenos al exterior transcurren los días, y con ellos el cariño. Ya lo sentimos, pero aquí no se viene solo a estudiar. Aquí desde el más alto hasta el más bajo, se dan cariño mutuo, aquí se respeta, aquí se apoya y se aconseja. Y poco a poco, la familia se va haciendo más grande y nos damos cuenta de eso cuando vienen antiguos alumnos a recoger sus orlas. Por aquí pasamos todos, dejamos nuestra firma en la mesa y nos llevamos con nosotros esos ricitos de madera en el bolsillo para recordar siempre que hemos pertenecido a esto, que cerramos la puerta, pero guardamos la llave.
Que nos vamos, pero os llevamos con nosotros.
Un saludo a mi tutor, que sé que sigue mi blog.
Gracias por todo Alberto, sin vosotros, nada hubiese sido lo mismo.