Educación

Debería usted intentar recordar una época, no muy lejana, en la que contaba con únicamente dieciocho años en el cuerpo, el mundo ante usted y, ¡qué narices!, las hormonas como elefantes encabronados. 
Llegamos a clase esperando una persona amable y espontánea, con una personalidad acorde a su edad y no con apariencia de institutriz de mil novecientos sesenta. Buscamos frente al encerado un educador vocacional que se entusiasme con nuestros logros y no que nos los aleje. 

Buscamos una educación que nos pinte alas y nos explique cómo hacerlo, que nos enseñe y nos libere. Necesitamos una reforma cultural, que limpie las viejas y polvorientas creencias; eso de hacer lo que se hace porque siempre se ha hecho así... hemos de mirar el viejo mundo con ojos limpios y frescos.

Somos el futuro... si se nos educa como es debido, pues tendremos que arreglar todo el desastre que tortura al planeta: la pena, el hambre, las desigualdades e injusticias. Permítanos crecer para que la sociedad pueda evolucionar también.