-Clavado en un bar, Maná-
El humo inunda cada espacio del tugurio y en mis labios baila como una gitana de magia negra, cabellos rebeldes, movimientos suaves y de caderas volubles.
El café, amargo. Amarga mi alma. Y tu número en la cabina telefónica de un rincón del angosto bar.
Recuerdo aquella noche. Era febrero, quizás. Quizás mayo. Seguro no era noviembre, este noviembre que me quema la piel y la vida.
Tan caliente tú, siempre tan caliente. Y yo tan cachondo...
Me mordías la piel y yo tu alma. Engañaste a mi apetito durante tres días y sus tres noches con tu aroma. Hasta que, moribundo y hambriento, como un perro callejero, me perdí de aquella cama para no saber nunca regresar.
Y hoy, estoy aquí. Sé que no me recordarás, nadie lo hará. Seguro moriré a tres o cuatro pasos de aquí sin que nadie llore.
Pero solo por ti, solo por ti yo lo haré, en esta servilleta sucia y amarga de café, sucia de mi.
Se consume un cigarro en el cenicero.
Se consume mi vida, en un cenicero.
Un triste final. Cortito pero muy intenso.
ResponderEliminarUn beso!
Intenso hasta el final.
ResponderEliminarSi señorita, como el mismísimo café.
(L)
PD: no sabes lo contenta que me ha dejado tu comentario. Eso es de lo mejor que se puede escuchar, créeme :)
Por cierto, de dónde eres?
Ojalá nos crucemos alguna vez, no?
Un besico, guapi
Mua!