La pobre Paola se escondió en el fondo del estrecho bar, entre la máquina de tabaco y la barra, junto a otras muchas personas que buscaban un recobijo donde no entrase el sol y tan al fondo que no llegase el sueño en su turbia nube.
Se escondió en el baño y echó mano de los polvitos mágicos que le dan miedo al cansacio, para que no se la llevase con él.
Despertó mucho más tarde. Dios sabe dónde, Dios sabe cuándo, Dios sabe con quién.
cuanta gente hace uso de esos polvos cada sabado noche..
ResponderEliminarlo de la maquina de tabaco me recordo a la ultima vz que un amigo mio se emborracho mucho, i acabo tirando una de esas máquinas sin querer.
U.U!
Excelente texto y bonito blog
ResponderEliminarun placer pasar por tu cada
que tengas una feliz semana
un abrazo
yo tengo que echar mano de esos polvos, pero al inicio de semana...apuf
ResponderEliminar(: