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sábado, 30 de octubre de 2010

Diario de una idiota XIV







Te echo de menos.

Hablar de ti, sin referirme a todo esto, a todas las cartas que no te envío, que guardo aquí para siempre, como si fuese una cajita de porcelana que llevaré siempre conmigo, atada a mí.

Soy tonta. Sí.
Pues después de todo lo que he vivido, de todo lo que estoy viviendo y de todo lo que viviré, no sé como sigues inundando mi mente con tu pelo moreno y tus ojos de negro carbón. Tallando en mí tu nombre cada vez que apareces, queriendo quedarte conmigo, queriendo robarme mi alma y llevártela contigo.
Pero aún no comprendo el por qué.
¿Por qué? te pregunto...

Supongo que si fuese capaz de enviarte todas estas cartas, sería posible saber todas las respuestas a todas las preguntas.
Pero no tengo valor. ¡Que ya lo sé!
Sé que soy cobarde y estúpida, pues a pesar de todo.. quizás valga más que tú, que esté perdiendo mi valioso tiempo en estas cartas, en una estupidez, que quizás merezca yo más la pena que tú. Tú, que olvidaste y de hecho, no sé ni siquiera si lo viviste, si lo viviste como yo.

Pero sigo siendo una idiota aquí, en el blog.
Sí bloggers, queridos míos, sigo siendo esa idiota y no puedo evitarlo. Lo siento.
Gracias por vuestra atención.




Nuevos blogs descubiertos:
http://sisinewstyle.blogspot.com/
http://a-rtista.blogspot.com/

El ego de Mario.






Sonia tenía todas las palabras que quería decirle, estancadas en la lengua, como si se hubiesen agarrado a ella con alambre de espino y costase arrancarlas.

Mario le miraba a los ojos, con ese estúpido ego grabado en la mirada.

-¡Eres un idiota, egocéntrico y engreido niñato!

-Puede, no lo niego bonita, -dijo con voz, hasta lo empalagoso de dulce- pero sé que mueres por mi huesos. No te culpo por ello, es normal.

-¡Tú sí que no eres normal! A ver si lo entiendes, que te odio, que me das asco. Esa chulería tuya... no irás muy lejos con ella, pero allá tú.

-Ire hasta donde a mí me de la gana. Yo no tengo límites con este cuerpazo y esta carita, nena, a ver is lo entiendes.

-Creo que no merece la pena hablar contigo, Mario.

-Pues bésame.

-Ni lo sueñes.

-No pienso rogártelo, y tú te lo perderás...


Sonia fue directa a pegarle un bofetazo, pero tropezó y calló justo en sus brazos, en bandeja, atontada y confusa.

-Si es que no puedes resistirte.


Y besó los labios de una tonta, liada y enamorada Sonia, que solo quería quererle y amarle, vivir el resto de sus días con él, con el hombre más repugnante, más odiable y detestable que existía sobre la faz de la tierra.

lunes, 25 de octubre de 2010

Todo, contigo todo.

Que quiero de ti todo.
Obvio.

Algo tan dulce como un azucarillo, como una gotita de saliva en la nuca.
Y decir suave que te quiero, sin muchos adornos. Ocho letras y un punto final.
Pues después de ti no hay nada más. Es un punto final.

Contigo empiezo y contigo acabo.
Soy tu punto final.








Un IMPRESIONANTE concierto de Pereza.
Genial, alucinante, irrepetible, con ganas de más... Todotodotodo :)

martes, 19 de octubre de 2010

Autumn (L)





De una forma u otra salió por la puerta.

Meryl se quedó ahí, con las pecas cayéndole a chorros por las mejillas, el pelo enredado, el vestido azul turquesa arrugado entre los pliegues el viejo sofá de cuero, acariciándose las medias hasta la rodilla de lana salmón y la mirada perdida en las cortinas cerradas.
Los pasos calque se alejaban rítmicamente de escalón en escalón, y en cada descansillo se oía una leve pausa, como si se pensase en dar la vuelta y retirar todo aquello ya dicho y pedir perdón. Pero después de ese breve silencio, siguió cayendo por las escaleras hasta que se apagaron los pasos, el ruido, el ritmo, la palpitación... el pulso del corazón de Meryl.

Se levantó del sofá y fue derecha a la nevera. Sacó mortadela, pan bimbo y mantequilla y comenzó a hacer sandwiches. Amontonó muchísimos en una fuente y los tapó con un paño húmedo.
Sabía que volvería hambrienta y preparada para comérsela a mordisquitos en el ombligo, como a Meryl le gustaba.

Fue a la habitación, se desnudó y comenzó a encender las velas blancas, que las rojas no le gustaban nada y se quejaría cuando las viese, y claro, las soplaría y ¡Ala! a follar sin luz. ¡Pues no!
Meryl podía ser de todo menos quisquillosa, pero te aseguro que si se apagaban las velas; no había sexo.
Si se encendía la luz; no había sexo.
Si se cerraba la puerta; no había sexo.
Si no goteaba el grifo de la cocina; no había sexo...
Porque de las poquitas manías de Meryl, el 97% eran sobre sexo. No le gustaba la luz de la lámpara porque se veía demasiado, pero en oscuridad no veía nada, le encantaba que retumbasen los gemidos de ambas en todas las paredes de la casa y que su amor se proclamara más allá de la habitación, que colmase su pisito entero, y le molaba muchísimo oír el golpear de las gotitas dulces en el fregadero cuando se abrazaba a ella y descargaban todo aquel sudor en la almohada, exhaustas.

Pero no volvió, ni siquiera con aquel olor a mortadela.
Así que Meryl, triste, más que eso, tristona, amargada y agotada, volvió a enfundarse en su vestido y sus medias hasta la rodilla.
Para terminar de encharcar toda aquella pena.







Feliz Otoño Boggers, os deseo que disfrutéis
tanto como yo, de mi estación preferida del año.
Que aprovechen las castañas.
¡Mua!

lunes, 4 de octubre de 2010

Solo tú y yo.


www.youtube.Incomplete-lullaby.com



El sol tostaba mi cadera bajo la fina tira del biquini. La brisa del mar ondeaba mi pelo sobre tu pecho y la sombra de la palmera se deslizaba sobre tu cara y tu pelo. Tenías los ojos cerrados y una media sonrisa dibujada como una acuarela; fresca, suave y linda, entre tus mejillas sonrojadas (tu piel clara siempre se quemaba en verano). Sabía que estabas feliz. No solo por la sonrisa. Tu dedo pulgar cosquileaba un círculo en mi hombro, suavemente, tanto, que bien podría haber sido el viento. Pero no, eran tus manos de nieve, relajadas, sin tensiones y felices.

-Qué guapo estás.

Abriste los ojitos verdes muy despacio y me miraste fijamente.

-¿Tú crees?

Asentí.
Volví a apoyar la cabeza sobre tu pecho calentito, oyendo cada uno de los latidos que aún sé que me dedicabas, uno a uno, y los iba guardando en mi cajita de los recuerdos, muy despacito, para que no echasen a correr al mar como solía suceder en esto del amor.

-Tú lo eres, princesa.

Abrí rápidamente los ojos y me incorporé como un rayo.
Me paralizó tu cara. Tu cara tan bonita, tus labios finos como el trazo de una pluma. Tenías cerrados los ojos, pero conocía perféctamente qué mirada había bajo aquellos párpados; la tenía registrada, y con solo verla en mi mente, me enamoró un poquito más.

-Me gustaría parar el tiempo y disfrutarlo solo tú y yo.

Digiste en un susurro, casi para ti mismo.


Solo me quedó regalarte un beso.
Y toda mi vida entera, toda la eternidad, toda ella.
Toda de mí.

viernes, 1 de octubre de 2010

Tu verde mirada.





Tienes una mirada tan bonita.

Esos ojitos verdes de niño.
Una mirada picarona, infaltil, juguetona.
Hiela y quema al mismo tiempo.
Como una sombra de nieve que se posa en mí.
Lenta y suavemente

La mirada por la que dejo todo.
Tu mirada.