Todos conocemos a los modistas más famosos del mundo, esos que cobran millones por coser y dibujar.
Ellos hacen que nuestra vida se complemente con diferentes momentos, hacen que le pongamos más color a nuestro día a día, que seamos diversos y que llenemos nuestros armarios de belleza hecha a máquina.
Se esfuerzan y desvelan por nuestro bien, por nuestra felicidad y armonía, y por esa preocupación que les lleva al límite de sus precios, hacen que cada trapito se convierta en un tesoro real.
Me pregunto qué sería de nosotros de tener que vivir sin ellos: Dioses de las formas y excéntricos de la hermosura.
¿Qué haríamos nosotros sin sus diversos y extensos bolsillos?
Tengo la respuesta: No gastaríamos cientos de euros cada año en sus numerosos “cambios de moda” en sus múltiples giros sobre qué “se lleva” y qué “no se lleva”, en sus asquerosas firmas. A mí cuando firmo en una hoja, nadie, absolutamente NADIE se pelea por mi firma ni por esa hoja que, a veces, está en blanco o arrugada.
Y es que la culpa es nuestra porque somos unas marionetas que consentimos toda influencia televisada que nos metan por los ojos, dejamos que nos influyan igual que chiquillos en el patio de recreo, permitimos que nos coman el coco y degollen nuestro conformismo diciendo eso de que hay que superarse a uno mismo cada día.
Mi opinión es simple. Si en juego está nuestra vida cotidiana, nuestro bienestar, armonía y demás patrañas, ¿por qué dejar todo eso en manos de un hombre que se pasa la vida de billete en billete en Milán?
Yo propongo muy seriamente que cada cual se haga a sí mismo, que se forme, que saque al artista que lleva dentro y haga de su aspecto exterior un reflejo del interior. Que no se guíe por modas que firman uno u otro, que empaquetan tu aspecto y lo categorizan y por lo cual cobra un ojito de la cara.
Y todo esto viene a que el otro día fui a una tienda normal, de estas que encuentras en cualquier centro comercial, y no encontré nada a mi gusto (hay que mencionar que la tienda era enorme) y ya cabreada fui a dónde se encontraba la dependienta de turno y le pregunté respecto a que no tenían más que un estilo de ropa en la tienda.
¿Adivinan que me contestó?
Que era la moda.
Pues mira, hoy no estoy de acuerdo contigo...
ResponderEliminarMe explico. La moda, por desgracia, es un arte sacado de contexto. Y nadie escapa. Tú ese día no encontraste nada que te gustara en esa tienda pero...¿Y si lo hubieras encontrado?
Lo hubieras comprado, y te hubiera dado igual lo que ganara el diseñador, que, al final, es el que menos pinta en todo el mundo de la moda.
Pero Marta, cada diseñador diseña lo que le apetece, como creadores deben tener la libertad de creación. No crear para nadie, no crear para todos.
ResponderEliminarCrear para sí mismos, como tú cuando escribes, o como yo cuando fotografía, que no obedezco a nadie que no sea mis ganas de crear lo que me salga y nada más.
=)
Marta y su arte y amor libre.En parte, tienes razón, en otra, tiene Tourist.
ResponderEliminarMarta, que te echo de menos.
Hostia, joder, me falta tanto por leer aquí... Tendré que sacarte un hueco en mi apretada agenda.