Entre las miradas de asombro apareció él; bañado aún en sus labios y con manchones de caricias en los omóplatos.
Sonrió tímidamente y se escondió detras de sus ruborizadas mejillas.
Tapóse los ojos entre las manos y, siempre tan tímido, corrió por los largos pasillos para poder retomar de nuevo aquello donde lo dejó.
Para no perder más tiempo.
Para que el calor que respiraban las sábanas no se desprendiera aún.
La madrugada.
Aún
Impregnado en sueños
Guau, me encantan tus textos! Muás
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