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miércoles, 30 de septiembre de 2009
Sanseacabó
Cuando te das la vuelta y de repente comienza una tormenta de cristal y caen pedacitos en tu espalda y empiezas a sangrar y los pinchazos se hacen más fuertes pero tu no quieres volverte y ver la sangre que derramas de los hombros por miedo a desmayarte. Y corres, sigues corriendo en dirección opuesta a la tormenta.
¡Tonta! ¡Tonta de mi!
No hay Norte o Sur es un camino en circulo y por mucho que quieras huir ya estás metida hasta el cuello, con la espalda hecha girones y los músculos detrozados porque ya no puedes más, quieres hablar y ¡que sé yo que querría hacer!.. hay veces que prefiero no pensarlo, quién sabe, quizás algún día, el tiempo ponga a cada uno en su lugar.
P.D.: Calientapollas, es quién calienta pollas. Mi consejo es el espejo, funciona ;)
¿No os gustaba tanto?
Aquí la teneis para gusto y disfrute de vuestras lenguas de cristales:
martes, 22 de septiembre de 2009
Diario de una idiota VIII
Quiero rociar tu vida con gotitas de amapolas y verter en tu sonrisa pinceladas de estrellas.
Me gustaría que por una vez, alguien fuera capaz de teñir tu corazón de rojo en vez de negro y ensuciar tu rutina con golpes de guiños.
Mi ilusión es poder suavizar tu mano con toques inesperados, vaciar tu alma entera y empanarla en purpurina amarilla, poder cambiar tu pelo por rayos de sol traídos del mismísimo oriente y enjuagar tus lágrimas con seda blanca.
Haré que mi piel abrace tus caricias como hace la tierra con el sol en cada atardecer, para poder aprovechar el viento que sopla de tu boca, sacudiendo mi lógica.
P.D.: No te olvides de abrazarme.
miércoles, 16 de septiembre de 2009
Mi cielo despejado, eres tú.
No llores, cielo.
Guárdate las lágrimas para el día en que estalle la guerra y tengamos que luchar contra la lucha para imponer la paz de nuestras sonrisas y los besos que te guardo.
No nieves, cielo.
Guárdate todo el frío para el momento en que me siente en un rincón como una tonta que se encierra en su propio mundo de adolescente y no sale hasta que le arrancan la mirada perdida que tanto odiaba.
No niebles, cielo.
Deja que pueda observar cada sentimiento de cada persona, de cada lugar, de cada momento, de cada partícula, de cada esquina, de cada pestaña, de cada mente, de cada alma, de cada beso, de cada caricia, de cada día que no puedo rellenarlo de sus eternos besos de miel.
Cometemos muchos errores en nuestras vidas, pero las tres cuartas partes son culpa del sexo.
martes, 8 de septiembre de 2009
Diario de una idiota VII
Estas tu.
Grabado a fuego lento entre is manos frías, dejando huella de tu olor en mi pelo y en mis labios locos por tu saliba.
Escapándote de mi cordura y engulléndote mi vergüenza.
Lógica o ilógicamente perfecto e inmune a mis nervios, a todas las cervezas que necesito para afrontarme al hueco de tu espalda.
Estas tu.
domingo, 6 de septiembre de 2009
Rojo pasión
Cuando amaneció; la luz se filtraba entre las rendijas de la ventana, y entre mis pestañas.
Me encontraba enrollada como un rollito de primavera entre las sábanas, pero no era primavera.
La aurora se comía el cielo engullendo sin masticar tan siquiera.
Y la nieve cabalgaba sobre su caballo anunciante de Navidad por las calles desiertas, llenas de agua tan helada como el corazón de quién ahí abandonada me dejaba cada mañana.
Me levanté sintiendo el frío en mis uñas recién pintadas para la velada que la noche anterior debería haberse celebrado.
Me puse unas zapatillas rojas de sangre y me dirigí hacia la ventana:
Un día perfecto de navidad, pero sobre la alfombra, gran mancha asediaba la habitación, y sin compasión se hacía dueña y señora con su rojo pasión; pasión olvidada entre las bebidas y el alcohol.
En en suelo mi maldición yacía fría y con los ojos abiertos, me seguía mirando tan despreciablemente como antes de que mis afilados pensamientos le desgarraran la razón, pero en forma de cuchillo.
Me acerqué a la ventana y le ví a ella, la señorita de largos cabellos rubios, vestidos de noche, que más bien no tapaba ni las lejanas estrellas, unos zapatos rosas con tacón de aguijón y un largo abrigo marrón tierra.
Llamó tal y como yo esperaba que lo hiciera, pero no, no atendí a la llamada que en forma de "ring" a la puerta me esperaba. Mejor me quedé ahí fijada con clavos y tornillos esperando a que la agradable señorita se acercara a mi ventana y viese al que cada noche le acompañaba derramando sangre sobre la tupida moqueta, que tan blanca ya no quedaría, y junto a ese aspecto tan maldito, estaría yo mirándola fijamente y asintiendo los desperfectos que sobre su querido había causado.
Y así ocurrió, chilló y chilló. Fijamente me miró y observó la mano que en ese momento me sujetaba felizmente el diablo.
Nunca me había sentido más orgullosa de mi misma, sabiendo lo que habían hecho mis endemoniadas manos.
Y me las miré como una niña a su muñeca preferida, sonreí y para cuando me dí la vuelta ella ya no estaba allí... todo, ya, me daría igual.
Harina
Ya despreciaba el alcohol, quién llenó mis horas con sonrisillas tontas y felicidad. Y ahora se vá.
Mis finas y delicadas piernas temblaban al estar en cuclillas y mis rodillas parecían cascabeles en la navidad.
El suelo era pegajoso y negro, y aún así acababa de estar desbordándo lágrimas ahí sentada y me daba igual. No había papel y tuve que saltar un poco.
Todo el mundo se movía muy rápido y me miraba. Ponía caras extrañas, e incluso habia quienes llevaban gorros de fiesta en la cabeza. No conocía a nadie ni me hubiera gustado conocer, es más, empezaban a asustarme.
Salí a la calle para apartarme de la gente y respirar aire puro pero los muchachos de los gorros me seguían. Mis rodillas seguían temblando y daba tropezones de losa en losa. Había monstruos a mi alrededor con caras feas y horribles cuerpos y todos se movían hacia mí. Querían comerme.
Los chicos de los gorros también se convirtieron en monstruos horribles que me seguían y chillaban.
Empecé a correr con mis zapatos, luego tuve que quitármelos y los monstruos de los gorros me agarraron por los brazos, zarandearon y llevaron hasta un rincón alejado de bichos inmundos que querían chupar mi sangre.
Les agradecí su labor, pero en ese mismo momento me quedé fría: ellos me estaban quitando la ropa. ¡También querían chuparme la sangre!
A partir de ahí no volví a volar enre harina dulce.
sábado, 5 de septiembre de 2009
Tormenta de Humo y Temperamento
El destierro eterno se notaba en las nubes que flotaban como gigantes hambrientos de venganza y rabia.
Los truenos anunciaban que Dios estaba ardiendo en deseos de reprimenda llamativa y terror para todos los habitantes del suyo tesoro que tanto quería, pero al que le tendría que dar un poco de mano dura para que no se torciera hasta llegar a tal punto de chocarse contra la luna del descontrol y el descarrile general.
Eva ya se había vuelto una rebelde sin causa ni perdón, su desarreglo social no podía ir a más. Ya vestía chupa de cuero y vaqueros roídos por los mismos ratones que vivían en el portal de Belén (a quienes tampoco les haría de más un escarmiento), llevaba un pañuelo pirata atado en la cabeza y grandes gafas que oscurecían su rostro y tapaban sus ojos rojos pintados de un negro intenso y corrido por las horas de desfase y juergas desmedidas.
Pero a ella le daba igual. Dios siempre le había teñido los días de rosas sacadas de los mejores jardines, tapado sus locuras con un poco de azahar y decorado sus palabrotas con perlas untadas en estrellas. A parte de esto, y aunque ella no lo supiera, también había hablado con el pobre hombre que llenaba sus horas de llantos y soledad en un rincón del paraíso.
Llegó el día en que las nubes se pusieron negras como el carbón y la presión en el planeta Tierra se elevó. A todos los habitantes les pitaban los oídos y tenían un cosquilleo en todo el cuerpo producido por un ligero adormecimiento de su sensibilidad, sobre todo en las puntas de los dedos. Pero oían algo, algo muy alto. Era el Rock en estado puro, saliendo de los jugosos labios de Eva y recorriendo el bajo de una larga y melosa serpiente que osaba elevarse por las largas y suaves piernas de Eva de vez en cuando, hasta cierta altura para que a Eva se le enrojecieran los mofletes y aullaran sus pulmones de placer. No era el sabor de una manzana. Eva no era Blancanieves.
martes, 1 de septiembre de 2009
Ddessarrollo
Ella también fue marchitándose a sí misma, al principio sin darse cuenta fue con la gente menos conveniente, después, con el tiempo, supo realmente que no seguía a nadie, que era un alma libre. Ese alma necesitaba de alcohol para sobrevivir.
Ahí no se quedaba la cosa: comía, comía y comía. No importaba si era pecado o no. Después de todo, ¿Qué importaba? Si todo lo bueno era pecado, ella no se privaría de vivir en placentera plenitud.
Y aunque la avisara y le informara de que Él no se andaría con tonterías, le ignoraba. Salía de la cama cada noche, sin preocuparse por quién se quedaba solo cuando ella se retiraba al retrete. Salía tambaleándose por la puerta y se dirigía a cualquier lugar, apartado del sol, a cualquier lugar donde se encontrase su animal preferido.
Vivió en una nube de respetable inocencia hasta cierto tiempo y cuando pasó ese tiempo en el que la inocencia se pierde, Él no dudó en tomar medidas.