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martes, 16 de febrero de 2010

Pim, pam, pun.





Linda flor de espinas, que muerde y araña al mismo tiempo, dientes afilados y puntiagudos. Me comiste entero, bonita. Tus arañazos no eran de pasión ni hoy, ni ayer, ni lo hubieran sido mañana, de haber podido tener mañana.

Nadie pensó que pudieras hacer eso conmigo; eres dulce y fresca como el rocío y tu voz es delicada cual miel entre los labios y así me camelaste. Fuiste tan suave que ni siquiera noté tus azotes, no pude ver tus cuchillos ni tus balas aún teniéndolas ya dentro de mí, porque eras fina como el satén en tu entrepierna, siempre tan linda, ¡hay dios! aún muerto entre tus manos te deseo; deseo la muerte, te deseo a ti. Ni que fuera un drogadicto de tus labios, pero así es, te conviertes en rosa roja del jardín; hermosa pero con espinas una vez que la has arrancado y tocado su tallo, y tus piernas son como para no tocarlas... ¿Pero sabes qué? Te traje conmigo, en el último suspiro, apreté al gatillo.







2 comentarios:

  1. cuantas veces hemos apretado el gatillo.

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  2. Simplemente perfectamente agridulce. Es único, y me gusta. Tiene ese toque de no se que, que poco a poco me convirte en adicta de tus palabras.

    Saludos agridulces.

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¡Aleteame palabras de purpurina!