Teníamos polvo y tierra hasta en las bragas.
Teníamos casas en cualquier rincón al final del callejón empedrado, cualquiera de ellos.
Teníamos ganas de zapatos rotos y sucios, de esos que chutaban mejor.
Teníamos sonrisas para tiritas de Mikey Mouse porque quitaban llanto y dolor en un Santiamén.
Teníamos amor para la abuela porque el bolsillo del delantal no tenía fondo y albergaba cantidades de caramelos inimaginables.
Teníamos ansias de verano porque no se cerraban los pesados portones de las casas y el sol jugaba más tiempo con nosotros, porque olía a romero, porque eramos más suaves y morenos, porque sabía mejor el helado, porque había verbenas en la plaza, porque se llenaba el pueblo, porque las fachadas de piedra de las casas estaban fresquitas y nos restregábamos por ellas.
Porque el tiempo no tenía minutos, sino momentos especiales.
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