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martes, 30 de junio de 2009

Anushka

La luz de la tenue farola proyectaba intermitentes soplidos de anaranjado color hacia tus pestañas, que brillaban en la noche y se llenaban de voluminosidad.

Tus muslos me acunaban al son de la música que tan triste y suavemente acompañaba al repiqueteo de las grandes gotas al chocar contra el suelo, si no era contra el faro de algún vehículo perdido por aquellas calles abandonadas de la mano de Dios.

El humo de tu cigarro dibujaba fórmulas secretas en el aire y desvelaba a cada partícula de oxígeno el sabor de tus labios, de aquellos que todo endulzaban; bien fueran los besos como las palabras que tan risueñamente bailaban entre los murmullos de la gente.
Me mecías en una nube polvorosa y gris, en un mar feroz con olas nicotizadas, pero aún así, llevaban la firma de tu acento Gallego en cada burbuja.

Lucíamos pies sobre el aire refrigerado, con la presión del calor que dejaba el verano... y sentíamos ese abotargamiento en las puntitas de los dedos, que flotaban en el ambiente y se mezclaban con la humedad palpable tras la corta tormenta.

El agua llegaba en forma de perfume hasta nuestros brazos, pero el balcón nos tapaba de las grandes gotas que marcaban el ritmo a las miles de sintonías que hacían las risotadas, llenas de gravedad y diversión, de entusiasmo y amor al verano.

lunes, 29 de junio de 2009

Diario de una idiota II

Se que parece patético e incluso absurdo, pero no tengo fuerzas para apartar tu mirada de la mía. La quiero retener siempre para que me hable en las noches de llantos incontrolados y me acompañe en los momentos en los que las agujas del reloj se desbordan y me inundan de tiempo perdido, que me acomode en los instantes en los que me tiemblan las manos y solo un helado de nata es capaz de sacarme de mi plataforma de nerviosismo.

Y patético, porque no tengo más que miradas perdidas, ni siquiera guardo tus besos en la manga para jugar sucio en algún momento delicado de la partida que tanto deseo ganarle al espacio que no separa.

Escúchame y hazme una promesa: Déjate llevar y reemplaza al mejor de los helados de Nata, solo quiero que me consuelen tus manos rodeando mi cara con la mirada perdida, con la mandíbula temblando y las rodillas abrumadas de felicidad.

Diario de una idiota I

Busco su mirada entre todas las demás, porque es la única capaz de arrancarme esa sonrisa tonta que tanto odio, esa que me da felicidad hasta en el mínimo ápice de mi alma, esa que tanto me recuerda a él... porque solo él consigue que ese odio se vuelva en deseo ya que, significa que le estoy viendo con mis propios ojos.


Quiero tocar sus pómulos con el dorso de mi mano y no echar a correr por miedo al rechazo, y las razones son que le deseo tantísimo que huyo de su desagrado.

Huyo de que no me desee tanto como yo a él, que no tenga esas ganas de abrazarme que a mí tanto me amargan, que llenan las películas de terror y las vuelve color pastel, esos deseos de él que me irritan la piel y la tornan de un tono caramelo.


No tengo dudas si te digo que se me quedó pegado tu dedo en la columna vertebral a la altura del obligo aquel sábado, porque todavía lo noto tan delicado y le doy mil y un sentidos, y siempre serán todos a favor de lo que deseo... NECESITO que no se despegue la punta de tu índice de mi escurridiza espalda entre canciones y canciones, porque eres todo lo que mi mente es capaz de pensar; te vuelves una bola de humo con cientos de agujeritos por los que se escapa una minúscula porción de humo y se dispersa por mi mente, pero tu sigues intacto, en el centro de la bola, mirándome muy fijamente y clavando tus enormes bolas de carbón dulce en mi cara, en la estúpida sonrisa que tanto odio y que me provocas.


Te necesito nene.





viernes, 19 de junio de 2009

Cada cosa en su sitio

Y que voy a hacer con tus besos una vez que pierda las manos de secarme lágrimas saladas, y no sepa con que sujetarlos, ya que mi mente prefiere olvidarte y mis brazos solo pueden con los abrazos?

Mis piernas tan solo los gemidos, porque mi garganta se quedó con el vino que bañaba tu sabor.
Mi lengua solo la saliva, que se apropió de la idea de no perderla.Mi pecho sustenta tus manos aferradas a él.
Mis pestañas están ahora mismo ocupadas, todavía, con chorreantes llamadas de adiós.
Espalda y pelvis se quedan con el roce de tus manos al escaparse cuando me dabas esos besos sin hogar.
Pelo y orejas eligen tus susurros que se pegan aún a mis cabellos y se bañan en mis lóbulos.
Mi cuello soporta el peso que cuelga de mi sufrimiento, el peso de tus miradas extravagantes llenas de sentido, tan llenas, que me costaba encontrarle uno preciso.

Creo que mi ombligo está ahora vacío, pero no tardaré en rellenarlo de cabalgatas de pasión y sábanas sudadas que se escapaban por el soplido de las ventanas abiertas, revoloteando como pájaros sin alas entre los relampagueos de sol que se filtraban por las rendijas de la persiana entreabierta.

Mas creo que quedará hueco para algún beso de verdadero cariño en la parte más escondida de las arrugas de mis labios.






De esos que no duelen tanto.

Expectantes palomitas de vida

El asfalto era el colmen de la vida, que rebosaba por todas y cada una de las calles de la ciudad, surcando mares de zapatos y ruedas ensangrentadas de calor, se resbalaba cual manta por toda la superficie de cada rincón.

Me encontraba sentada esperando a mi madre en la puerta del teatro, con una camisa blanca prácticamente desabrochada por el calor y unos baqueros preciosos. Me incomodaban un poco los zapatos de tacón azules marino, pero aguantaría hasta que ella llegara en la bala gris de plomo.

Hice la cuenta de cuantas personas podían pasar por aquella concurrida avenida, aquel cruce desmesuradamente transitado y la acera del teatro, en diez minutos, cada tres se me olvidaba cuantos iba y volvía a empezar.
Luego dejé de contar cuantas personas y me dediqué a cuantas mujeres con niños... pero me dí cuenta de que contaba también a los niños y si llevaba al marido del brazo, también.
Empecé de nuevo con hombres y entonces me dí cuenta, así que dejé de contar cuantos hombres y me fijé en cuántos mantenían la mirada fija en mí, me fijé en el sentido de sus miradas cual Edward Cullen que lee las mentes y descubrí un mundo entero de emociones que nunca habría notado de no ser por el sobrante de tiempo que guardaba en mi bolsillo, y la verdad, mi culo se incomodó y deseó salir corriendo de ese centro de miradas obscenas por un momento.

Había de todo, pero lo que no olvidaré serán esas miradas tiernas de mujeres a las que sonreía, mujeres que caminaban tranquilas sin preocupación ninguna, aunque había otras mujeres que me miraban con recelo, como si les molestara tantísimo que hubiese olvidado que existían los primeros botones de la camisa, me miraban con envidia de bruja.
Había miradas tranquilas y miradas dubitativas, y las de los hombres, que me atrevo a aventurar que serían un 90% eran de intriga e incluso deseo en la mayoría, de pasión o de vergüenza, de duda pero con entusiasmo.
Seguía todas y casa una de las que me seguían.


El mundo caminaba mientras yo lo observaba, el mundo no se inmutaba pero sentía mi mirada fija en él y por mucho que no se quisiera dar la vuelta y hacer oídos sordos, me miró y en ese momento volví a la realidad, me sumergió en él y volví a formar parte de la película en vez de un expectador intrigado.
Me subí al coche.

miércoles, 17 de junio de 2009

Baile de calor



El verano no es una estación del año, es una estación del corazón.




Es ese ·nosequé· que se adhiere a cada partícula del aire que penetra en tu interior y se reparte por tu cuerpo como el humo de un cigarro por una pequeña habitación.


Tiene ese puntito sabor a cloro que se te queda pegado a la piel y hace que huelas diferente, te hueles como alguien a quién le gusta el calor -te guste o no- y tus piernas se mueven con más rapidez pese a que el calor agobiante sea pesado incluso para la uña del dedo corazón del pié izquierdo de tu primo.




El Verano es una estación por la que tu corazón pasa cada año, que la espera con ilusión, porque se hace joven otra vez, regresa 6 o 7 años atrás para hacerte correr y correr por amor hasta la esquina de la habitación y pensar y soñar a solas cosas que incluso sabes que no ocurrirán, pero cada mañana te despiertas con los sueños infectados de él y clavados con chinchetas en los recuerdos. No los puedes olvidar, es imposible y eso te hace más feliz todavía que el calor y los helados... te hace más feliz porque durante unas horas has estado en el lugar por el que lo darías todo: Entre sus brazos.


Has sentido el tacto de la zona más suave de su cuerpo, has caminado durante HORAS ENTERAS por los regocijos de sus labios y lo mejor de todo es que cada mañana te crees por un instante que ha ocurrido lo mejor del verano.


Y lo único que deseas es que se vuelva a hacer de noche para vivir un poco más de lo imposible.

domingo, 14 de junio de 2009

Amor fiel

Seras el Tequila que derraman mis lágrimas emborrachadas de pena.

Te concederé el honor de resbalarte por la comisura de mis labios en forma de Ron barato y digno de escupir, pero sin saliva que sustente la secreción.

Podrás ser la botella de Vodka que flota entre mis dedos cansados de temblores enjuagándose en mi garganta ardiente de alcohólicos escozores.

Te permito comportarte como el Whisky que se adentra en mis calados remordimientos de viejos astros que me indicaron hacia dónde dirigir la boquilla del vidrio que embota los únicos y exclusivos momentos de felicidad que tan poco me agradaron.

Te dejo que huelas igual que el chocolate que mezclo con Baileys para que me haga volar entre las ramas de los árboles y que me haga oír ese piano que tan solo yo soy capaz de oír con la precisión necesaria.

Deberás ser el Cuantró al que tanto añoro, el que me hace ver a todo enemigo como amigo o incluso enamorado, en el caso de que me sonría sin malicia alguna, el que me ayuda sin demora alguna a llegar a casa con las rodillas enrojecidas e hinchadas.

Porque sé líquido en vidrio y con eso me vale para arrimar mis desgastados labios hacia ti y permitirte que te mezcles conmigo en un eterno baile con cucharadas de locura.
Tú eres mi psicólogo barato.
Y Te Quiero Fiel Amigo

sábado, 13 de junio de 2009

Y somos sociales.

Queramos o no siempre daremos uno, o venticinco pasos hacia la izquierda o derecha hasta llegar a la persona más cercana.
Cuando estemos allí, todo será felicidad, hasta el momento en el que pinchen nuestras ganas de seguir andando pasos y pasos de esa mano. Hasta el momento en el que una piedra se interponga entre vosotros.
Pero cuando hayas pasado un tiempo en paz, volverás a asomarte a la ventana y verás que hay alguien ahí, esperando a alguien como tú para que de pasos junto a él.
Y como un idiota volverás a bajar escaleras tropezándote con tus propias puntas de los pies, esperando caerte para que esa persona venga volando y te recoja en volandas.
Volverás a cansarte de andar y andar y, otra vez, te joderás la felicidad.

Da igual, esto no para.
Volverás a andar uno o venticinco pasos hacia la izquierda o derecha hasta llegar a la persona más cercana.

¡¿Y qué más da?!
¿Acaso no es eso una nueva forma de conocer gente?

Me río yo del dolor, salto por encima suyo y ni siquiera me mojo los cordones con su agua sucia, porque yo venzo al dolor, solo un vuelco en mi mente y toda amargura desaparece, porque tengo ese poder, el poder que solo yo tengo.
Puedo vencer al dolor y lo sé porque lo hago de continuo.
Mis lágrimas son solo nubes pasajeras de segundos de vida, que pasan por mí, me nublan y se van. El sol vuelve a lucir y empiezo a andar uno o venticinco pasos hacia la izquierda o derecha hasta llegar a la persona más cercana.

Y en el fondo, es eso lo que deseo.
Deseo sentir que mi piel no es intocable y que al tocarla no da descargas eléctricas.
Deseo volar en sueños, ver como el mundo cambia y solo una foto se queda detenida, guardando tu perfecta sonrisa; lanzando meteoritos de estremecimiento hacia mi, tu pelo volando en el viento, tu falda abrazándose a mis viejos jeans, tu cadera chocando incontroladamente contra la mía.

Porque quiero sentir que las penas están entre paso y paso de esos venticinco y no entre persona y persona.
Que quién dé un paso y no venticinco no tendrá ese dolor entre paso y paso y sí entre persona y persona. Que quién no se atreva a navegar para encontrar su lugar, le dolerá más la soledad y el tiempo que tarda en llegar.



Y ya puestos, comencemos a andar.

¿Porque tus cuatro o... cinco letras?

¿Por qué soy tan estúpidamente inocente?
¿Por qué pienso que voy a tener tu calor pegado a mi piel siempre?
¿Por qué esta ingenuidad, que abruma la poca realidad que me quedaba?

Porque no se me olvidan tus manos y tus uñas arañándome las mañanas de frío y las de calor, rasgando las cortinas con mordiscos a mi cuello.
Porque tus ojos tatuados en los mios no los quiero, ni puedo borrar, porque grabaste con tinta china tu nombre en mi garganta y todo lo que digo eres tú.
Porque tengo tu saliva repartida por mi sangre y no hay herida de enormes dimensiones que consiga hacerme sangrar tanto como para expulsarte de mí.
Porque respiro el aire condensado que dejabas en los cristales con tus múltiples suspiros.
Porque aparecen todos los Te Quiero en mi mente, aquellos que grababas en el espejo mientras que me duchaba, aquellos chorreantes y adolescentes Te Quieros.
Porque tu sudor sigue alojado en los resquicios de mi almohada y no me atrevo a despacharlo.
Porque en las puntas de los tenedores queda todavía el perfume de tu saliva y el éxtasis de la droga que almacenabas entre los botones de mi lengua.
Porque te tengo plasmado en mi alma, inquieta de ver tu imagen 25 horas diarias, tu imagen, guardada a la perfección en algún rincón de mis miradas ruborizadas.

Porque no me atrevo a decir que no a otra de tus intentonas.

viernes, 12 de junio de 2009


Me estoy muriendo en un cucurucho de tos hervida, con un pellizco de sal y temperamento.


Que quedo desecho, agonizo de pena y amargura, de sordera y chillidos, de rumores y cachabas.


Mis arrugas llaman al dolor y la oscuridad de la muerte surca mis encías desnudas e infames de escupidas blasfemias.


Ojos se me caen a una laguna mohosa de miradas desdichadas, que se dejaban ver entre los volátiles volantes de rubias esculturas de marfil.


No creí en los Zelotas y ahora mi voz se llena de su rabia y desacuerdo y me inunda el alma su espíritu rebelde.





miércoles, 10 de junio de 2009

Tengo una bola en mi garganta, va a estallar y me dará igual, me voy a seguir riendo de vosotros, ¡como si sois vosotros los que me reventéis!

Voy a miraros con la cara de máxima repugnancia que haya guardado y reservado durante toda mi vida para una ocasión como esta.

Fulminaré cada palabra insonora con chillidos y aullidos de desacuerdo.


Porque ya me dará igual, el día que reviente todo esto va a estar reducido a míseros escombros y no podréis dejar limpio nada, lo ensuciaré todo con las cenizas de mi interior, porque me estoy quemando.

Tengo en mi alma ascuas encendidas, pequeñitas, pero cada vez son más y más que se acumulan, que no dejan paso para las palabras, que me en taponan los ojos y obstruyen mis lágrimas. Y así, todo mi odio y mis penas se quedan dentro de mí, las reservo día a día, las almaceno, almaceno mis miedos, mis deseos y desconciertos... almaceno todo el dolor.


Y llegará el día que tenga que bostezar, el día en que en mi cuerpo entre aire y se enciendas las ascuas provocando un intenso y fiero fuego en mi garganta, que se abra paso por cada uno de los raíles de mis nervios y que tiemble mi cuerpo de ira.

Toseré jodidas palabrotas y escupiré todas las que he de tragarme ahora.


Pero no aguantaré más.

Os joderéis entre mis cenizas y lamentaréis mi silencio, el que tanto os conviene ahora.


Pisaré.



martes, 9 de junio de 2009

Sujetadores entienden tus sentimientos y lazos rojizos se trenzan en la puntilla de tus bragas.

Cordones se enredan como serpientes ansiosas por los ojales de tu blanca bota de tacón.

Medias de rejilla se restregan felizmente por la suavidad de tu piel morena -Qué más quisiera yo...-


No te das cuenta, no miras a nadie y menos a mí. Eres la diosa de la barra de acero pulido y la reina del mugriento escenario. Todos te alaban, a ti y a tu absurdo y perfecto cuerpo de ébano... emperatriz de la belleza y la perfección.


No quieres, o no puedes fijarte en mí. No puedes porque la ceguera de tu persona no te lo permite.

Pero estoy aquí y tarde o temprano tus ojos me van a mirar, lo harán y si no quieren, les obligaré, porque no tienes derecho a pasar de mí, porque soy superior a ti y tienes que mirarme.


Pronto recibirás mi carta número 100, espero que veas en ella el escape a esta odiosa vida que sigues, espero que ella te de la oportunidad de ver que me siento en la tercera mesa junto a la pared de la izquierda TODAS las noches en las que haces tu estúpido y ridículo show. Que me siento por no hacerte el feo, para que veas un poco más de bulto aquí abajo y no te sientas mal, por lo menos no tan mal, tras terminar con los poros de tu piel echando chispas de frío al contacto con el aire cargado de esta mierda de local.

Eres una tonta si te piensas que creo que me ignoras, me conoce el portero y no me vas a conocer tú, a ti, a quién le escribo cada noche diciéndole lo cerda que es, lo muy cochina y arrogantemente hermosa que es.


Eres una estúpida belleza y la tiras entre la puerta y el callejón, y yo, que te puedo dar lo mejor que conocerás en tu repugnante vida, me quedo en las cartas, únicamente en cartas que acaban en la papelera arrugadas y frías, faltas del perfume que les doy.



Pues bien, esta noche, la número cien.

Disfruta de mi show.



Boom ;)

lunes, 8 de junio de 2009

Este mundo ya no tiene secretos para mi, y lo sabes.

Viste como de mi mano surgía el arco iris, como la nieve era ilusión de mi piel y la tierra mi saliva cristalizada.
Tus ojos contemplaron arder leña en mis entrañas y crear paraísos de ilusión con mis propios hombros.
Como las cataratas nacían de mi garganta envuelta en perlas líquidas de brillo metálico.
Tal que el eco era la sonoridad de mi voz surcando los suspiros del viento perdido entre paredes.
Tu mirada derribó la maravilla de mis labios creando todos los sabores que puedes encontrar en la mejor heladería de Venecia.
Alucinaste con eso de que la marea subiera o bajara con mi estado de ánimo y el agua proviniera de mis llantos elevados a la máxima potencia.
Aún recuerdo cuando no tenías palabras en el momento en el que te enteraste de que mis piernas creaban los movimientos de la mejor noche de pasión jamás vivida.

Y aún así eres reacio a vivir lo mejor de este mundo conmigo.



Puse un vela en cada esquina de tu superioridad, dejé que la cera se derritiera por tu orgullo y que quemara los restos de tu hipócrita vida.
Calenté agua. Hirviendo la derramé por tu chulería e hice de ella cataratas de enemistad.

En los recuerdos planté hiedras de fuego, que se enredaban en nuestras falsas noches, en esas que corrías como un descosido para dar amor a quién osaba esperarte tras la puerta del dormitorio.

Con cuchillos rasgué tu elevada autoestima y revaloricé la mierda que no ves, que te come y te sumerge en la ceguera de la realidad.

Puse chinchetas en tus ojos para que no pudieras cerrarlos, y vieras que te odio mucho más de lo que jamás fui capaz de amarte.