Me estoy muriendo en un cucurucho de tos hervida, con un pellizco de sal y temperamento.
Que quedo desecho, agonizo de pena y amargura, de sordera y chillidos, de rumores y cachabas.
Mis arrugas llaman al dolor y la oscuridad de la muerte surca mis encías desnudas e infames de escupidas blasfemias.
Ojos se me caen a una laguna mohosa de miradas desdichadas, que se dejaban ver entre los volátiles volantes de rubias esculturas de marfil.
No creí en los Zelotas y ahora mi voz se llena de su rabia y desacuerdo y me inunda el alma su espíritu rebelde.
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