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sábado, 13 de junio de 2009

Y somos sociales.

Queramos o no siempre daremos uno, o venticinco pasos hacia la izquierda o derecha hasta llegar a la persona más cercana.
Cuando estemos allí, todo será felicidad, hasta el momento en el que pinchen nuestras ganas de seguir andando pasos y pasos de esa mano. Hasta el momento en el que una piedra se interponga entre vosotros.
Pero cuando hayas pasado un tiempo en paz, volverás a asomarte a la ventana y verás que hay alguien ahí, esperando a alguien como tú para que de pasos junto a él.
Y como un idiota volverás a bajar escaleras tropezándote con tus propias puntas de los pies, esperando caerte para que esa persona venga volando y te recoja en volandas.
Volverás a cansarte de andar y andar y, otra vez, te joderás la felicidad.

Da igual, esto no para.
Volverás a andar uno o venticinco pasos hacia la izquierda o derecha hasta llegar a la persona más cercana.

¡¿Y qué más da?!
¿Acaso no es eso una nueva forma de conocer gente?

Me río yo del dolor, salto por encima suyo y ni siquiera me mojo los cordones con su agua sucia, porque yo venzo al dolor, solo un vuelco en mi mente y toda amargura desaparece, porque tengo ese poder, el poder que solo yo tengo.
Puedo vencer al dolor y lo sé porque lo hago de continuo.
Mis lágrimas son solo nubes pasajeras de segundos de vida, que pasan por mí, me nublan y se van. El sol vuelve a lucir y empiezo a andar uno o venticinco pasos hacia la izquierda o derecha hasta llegar a la persona más cercana.

Y en el fondo, es eso lo que deseo.
Deseo sentir que mi piel no es intocable y que al tocarla no da descargas eléctricas.
Deseo volar en sueños, ver como el mundo cambia y solo una foto se queda detenida, guardando tu perfecta sonrisa; lanzando meteoritos de estremecimiento hacia mi, tu pelo volando en el viento, tu falda abrazándose a mis viejos jeans, tu cadera chocando incontroladamente contra la mía.

Porque quiero sentir que las penas están entre paso y paso de esos venticinco y no entre persona y persona.
Que quién dé un paso y no venticinco no tendrá ese dolor entre paso y paso y sí entre persona y persona. Que quién no se atreva a navegar para encontrar su lugar, le dolerá más la soledad y el tiempo que tarda en llegar.



Y ya puestos, comencemos a andar.

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