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martes, 30 de junio de 2009

Anushka

La luz de la tenue farola proyectaba intermitentes soplidos de anaranjado color hacia tus pestañas, que brillaban en la noche y se llenaban de voluminosidad.

Tus muslos me acunaban al son de la música que tan triste y suavemente acompañaba al repiqueteo de las grandes gotas al chocar contra el suelo, si no era contra el faro de algún vehículo perdido por aquellas calles abandonadas de la mano de Dios.

El humo de tu cigarro dibujaba fórmulas secretas en el aire y desvelaba a cada partícula de oxígeno el sabor de tus labios, de aquellos que todo endulzaban; bien fueran los besos como las palabras que tan risueñamente bailaban entre los murmullos de la gente.
Me mecías en una nube polvorosa y gris, en un mar feroz con olas nicotizadas, pero aún así, llevaban la firma de tu acento Gallego en cada burbuja.

Lucíamos pies sobre el aire refrigerado, con la presión del calor que dejaba el verano... y sentíamos ese abotargamiento en las puntitas de los dedos, que flotaban en el ambiente y se mezclaban con la humedad palpable tras la corta tormenta.

El agua llegaba en forma de perfume hasta nuestros brazos, pero el balcón nos tapaba de las grandes gotas que marcaban el ritmo a las miles de sintonías que hacían las risotadas, llenas de gravedad y diversión, de entusiasmo y amor al verano.

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